EL OFICIO DIVINO

Una de las características de nuestro carisma benedictino es que, al igual que la mayoría de las comunidades de vida consagrada, rezamos el Oficio Divino. Pero, ¿qué es el Oficio Divino? ¿Tiene sentido rezar la Liturgia de las Horas en pleno siglo XXI?
El Oficio Divino es como la savia que alimenta la comunidad, nos va marcando las horas, el paso del día consagrado a Dios, a través de él podemos estar en continua oración y tenemos la oportunidad de dejar a un lado nuestros quehaceres para centrarnos en lo verdaderamente importante en nuestra vida: Dios.
San Benito le da una importancia vital, para él es la concreción más explícita de la búsqueda de Dios, de la vocación. Tenemos que tener conciencia de que el Oficio Divino es la llama del amor de la Iglesia, de nosotros depende que siempre permanezca encendida, es como la lámpara que está en el sagrario, no podemos dejar que se apague la llama. Es recomendable rezarlo en comunidad, ya que forma parte de la oración común, es muy bonito rezarlo con nuestra familia, al comenzar el día o con la llegada de la noche.
Los que rezamos el Oficio Divino tenemos que estar continuamente sobre nosotros mismos para romper con la monotonía y renovar nuestro fervor primero continuamente, volver a sorprendernos con la liturgia como la primera vez y no tomarlo como un ciclo que cada cierto tiempo se repite. El Oficio es la manifestación exterior de la profundidad de nuestra unión con Dios, y a su vez, el Oficio nos tiene que llevar a una oración íntima, no podemos pararnos a gustar cada frase, pero durante el día debemos rumiar lo que en el Oficio hemos ingerido, el Oficio debe de alimentar nuestra vida diaria.

Os dejo aquí un magnífico artículo extraído del blog: Jorge, de profesión cura.

Oficio divino. Una forma privilegiada de rezar



Soy el hombre del cómo. Si me hablan de la necesidad de mantener la presencia de Dios de forma constante en la vida de cada cual… digo: ¿cómo? Si de solidaridad con el pobre… ¿cómo? Si de vida abundante, pregunto en qué consiste y cómo se llega a ello.

Hay que orar constantemente. Pues vale. Y elevar nuestras súplicas a Dios. Pues de acuerdo. Y hacer de nuestra vida un canto continuo de alabanza. Nada que objetar. Y hacer que cada una de nuestras células bendiga todo lo bendecible. Y contemplar al Creador en cada gesto y detalle del mundo. ¿Quién va a estar en contra de tal cosa? Sólo pregunto… ¿y eso cómo se hace?

Hay que orar. Dialogar con Dios. Empaparse de su Palabra. La Iglesia para ello lleva rezando el oficio divino siglos y siglos, prácticamente desde el inicio de su historia. Como Jesús, reza salmos, escucha la Palabra, se recrea en los profetas. Pide a Dios por las necesidades del mundo.

Alguna vez ya he sugerido en el space el oficio divino como forma privilegiada de oración. Y dentro de las distintas horas, destacar tres momentos especialmente.

a) Laudes. Oración de alabanza al comenzar la jornada.

b) Vísperas. Oración calmada al ir cayendo la tarde

c) Oficio de lecturas. Un momento de sosiego, para rezar en el momento del día en que haya más tranquilidad. Componen esta hora un himno, tres salmos, y sobre todo dos lecturas más amplias, una de la escritura, y otra tomada de los padres de la iglesia, de los escritos de los santos, o de la propia doctrina de la iglesia, como pueden ser los documentos conciliares.

Hay algunas páginas web donde pueden encontrarse estos textos. Por ejemplo, en esta dirección: http://www.liturgiadelashoras.com.ar/inicio.htm

En la columna de la izquierda hay pestañas con laudes, vísperas y completas, y otra con el oficio de las lecturas completo. Cada día aportan los textos propios del día. Tantos ratos que nos pasamos delante del ordenador, nos podría venir bien sacar un tiempo para la oración.

Y también contar para los que se manejan con un teléfono “iphone” que hay un aplicación que se llama “ibreviary” y que descarga en el terminal la liturgia de las horas completa del día, las lecturas de la misa y las oraciones básicas.

Pues ánimo. Esta es una forma muy concretita de rezar. Por la mañana, laudes. Al atardecer, vísperas. Y cuando haya un ratito sereno, el oficio de las lecturas. A ver si al menos algún día lo intentamos.

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