FE Y ORACIÓN

La oración siempre está estrechamente relacionada con la realidad de la fe, es un encuentro del hombre con Dios en la fe, es, en definitiva, la forma en que se actualiza la fe. La oración y la fe no son realidades separadas, ni sólo coexistentes. Si la fe es la adhesión a Cristo y el aban­dono en él, la oración es el acto de este abandono; es la ofrenda que se hace de uno mismo a Cristo. Ofrenda que se hace con el fin de que él nos reciba de una manera especial y nos transforme. Si la fe es el reconocimiento de nuestra impotencia y la espera de que todo nos llegue de Dios, la oración es la llamada existencial de la pobreza espiritual y del vacío interior del hombre, que pide que el Espíritu Santo lo llene con su presencia y con su po­der. A medida que se desarrolla la fe, la oración se hace más pura y más ferviente. Como actualización de la fe, marcada por el dinamismo de la conversión, la oración, al igual que la eucaristía, conduce al hombre hacia la transformación y la conversión.

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